domingo, 22 de julio de 2012

DIARIO DE LA POLOLA DE UN FRACTURADO II



Misión: Consigue el pato
Por @marielardilla
Sea gracias a Dios o a Horus, el Karu salió bien de la operación. Considerando su doble fractura le pusieron dos pernos gigantes [que no es lo mismo decir que nosotros dos somos pernos, aunque ello también es factible] De un día para otro yo pololeaba con Ironman [ grrrr!]
Tras dos días de estar clinicalizado fue dado de alta [eh eh eh]. Le pregunté al traumatólogo y al kinesiólogo respectivo qué cuidados había que tener al tiempo que sacaba mi cuaderno y mi lápiz para anotar.
-       Nada especial, procure que no se mueva mucho, que use la férula y que haga los ejercicios
-       ¿Nada más?- pregunté mirando a los médicos por encima del marco de mis lentes
-  No, nada. Ah, que no se suba a la moto [ja- ja. Esa talla la escuchamos x+1 veces]
Paréntesis la férula es una cosa re encachada. Fíjate que son dos fierros paralelos que al medio tienen como un transportador con bisagras y 6 correas de velcro. La idea es que los fierros dejen tiesa la pata pero permitiendo doblar la rodilla. Muy macanudo. Cierro paréntesis.
Bueno, el asunto es que debíamos  volver a casa y el primer escollo a sortear era ver cómo lo hacíamos, porque claro, podíamos pagar un taxi, pero, ¿Cómo  subíamos al depa?  Ojo, no teníamos silla de ruedas y con las muletas y a saltitos francamente me daba susto que se cayera  [otra vez]
Para solucionar el drama de la vida misma llamamos al Señor X, un noble ciudadano –anciano dirán algunos- de esta república cuya humildad extrema explica por qué no figura con su verdadero nombre. El Señor X se transformó entonces en nuestro querido Tío del Furgón, así es que entre los dos apañamos la travesía que implicaba volver al hogar.
Ya instalados vino otro drama. Ir al baño.
Santo señor
Claro, cuando uno está bueno y sano los 15 pasos que separan el baño del sillón del living son una bicoca pero trata de hacerlo estando recién operado de la tibia. Ni en broma.
Mira, el pobre Karu quedó como si hubiera corrido la maratón ida y vuelta. No, así como estaba de fracturado era imposible que fuera con los bastones. Había que encontrar una solución y rápido.
Y ahí fue cuando cual epifanía mística vino a mí el recuerdo de mi papá quien fue operado de los meniscos. Resulta que él tampoco podía caminar así es que una de sus hermanas le llevó de regalo un pato.
¡Claro! Ahí estaba la solución por lo menos para el desahogo líquido de sus esfínteres. Porque hay que hacer mención a que los hombres en ese sentido son envidiablemente afortunados ya que la naturaleza le otorgó sendas ventajas comparativas respecto a las mujeres para hacer pipí. Los detesto un poco por eso.
A todo esto, asumo que ustedes saben qué es un pato, cierto? Bueno, por si no cachan, es como un jarro de jugo  pero destinado a recibir pipí.
El asunto era entonces, ir a buscar un pato. Lo primero era tratar de dejarle todo a mano al fracturado para que se moviera lo menos posible en mi ausencia, consideren que recién había sido dado de alta, así es que ni un té se podía hacer por sus propios medios [paaaabre]. Luego era ver dónde vendían el dichoso pato, claro, en una tienda de insumos para enfermos, pero había que localizar una cercana al hogar para disminuir los tiempos en que él estaría solo y ojo, que no estuviera a tras mano porque yo igual cojeaba un poco.
Cuento corto, encontré una de las tiendas en cuestión en una de las galerías del centro de Santiago y para allá partí. Al entrar y ver una pila de pelelas y chatas pregunté, no sin pudor si vendían “patos para hacer pipí”.
-       Sí claro- dijo la enjuta vendedora. $5.500, es para usted?                                            
 [Mira, no sé qué cara le habré puesto que al segundo preguntó] o para su marido?
[Nuevamente volvemos al ítem “marido” ¿a la gente no le caben más tipos de vínculos que los validados por el Registro Civil?]
-       Sí es para él- contesté al tiempo que pagaba
-       Ah, está enfermo?
-       Mmm algo así [¿Cómo no cachaba la señora que no quería hablar?]
-       Ahhh, ya veo, un accidente
[Yo no sé si son muy copuchentas, morbosas o bien a esas tiendas no entra con frecuencia personas menores que mi abuela y se aburren con los mismos relatos de próstatas y menopausias que quieren saber historias nuevas]
-       Fue un accidente- dijo de pronto una voz que salió desde el fondo de la tienda.
Ahí, entre las bolsas de pañales y los cojines ortopédicos estaba sentada una señora  de la que no me había percatado al entrar. La mujer en cuestión era robusta [ok, era gordita…bien gordita] y vestía un blusón dorado y pantalones con lentejuelas negras en las costuras. Con más anillos que dedos y un olor a pucho barato insoportable se me acercó y me tomó de la mano:
-Él va a estar bien, porque la Luz Divina lo protegerá
- O_O [perdón, pero…. ¿¿Dónde está la cámara??]
- Las fuerzas de la naturaleza lo sanarán porque él al igual que tu, yo y la señora Hilda (así se llamaba la vendedora) somos una misma energía y a través de ti yo le mando mis energías curadoras.
- Emmm..este…..Muchas gracias, debo irme ahora [concédanme que fui una lady porque estaba atacada de la risa por dentro]
- Espera, no es casualidad que hayas venido. El gran hacedor [sic] te ha enviado a mí y ya que estás acá debes llevar uno de mis libros que conducen a la plenitud espiritual. Por sólo $2.990 puedes llevar la paz que él y tú necesitan.
O sea. La señora en cuestión era un mix de Yolanda Sultana, una variante rara de la masonería con look Celia Cruz y con el espíritu comerciante de Omar Gárate.
La miré y le dije al tiempo que sacaba su mano de la mía:
-       Nuevamente muchas gracias, me iré y espero que usted esté bien. Agarré el pato y salí rumbo a casa.
Mientras caminaba atacada de la risa y tratando que nadie cachara que llevaba en la mano un patopipí pensaba en solucionar el otro problema, el sólido. Pensé entonces en comprar una sillita de computador pequeña, cosa que pudiera pasar por todas las puertas del depa así es que tras dejarle el pato al Karu partí a lo de la silla.
De regreso nuevamente en el hogar el fracturado comenzó a quejarse que le dolía mucho la rodilla.
-   Calma, estás recién operado, es natural que te duela porque ya no tienes los calmantes intravenosos.
Con un par de derivados de la morfina él y yo pasamos la noche entre patos, pipí y remedios.
A la mañana siguiente Don Karu Senior vino a ver a su hijo y le preguntó que por qué no tenía la pierna en alto. No cachamos muy bien el motivo de la pregunta ya que ni el traumatólogo ni el kinesiólogo habían dejado instrucciones de mantenerla levantada, sólo que no la apoyara.
Craso error.
El dolor se intensificó, la rodilla se mega hinchó y vamos llamando al Tío del Furgón para partir de urgencia a la clínica otra vez. Algo no andaba nada, pero nada de bien.

4 comentarios:

  1. jajajajaja, esta lectura es como el back stage de las historias contadas en el blog del fracturado karu, muy buena!!

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  2. Hay cosas en la vida que uno debe acostumbrarse, y una de ellas es ver reflejado su propio dolor en el ajeno.. cuando pasa un tiempo uno comienza a recordar - sin el dolor - las pellejerias que paso. Eso me hace recordar las cofradias que existen a lo largo del pais, de adultos y adultos mayores que celebran pasar Agosto. El recuerdo del pato suele ser escaloriante e hilarante, y los ayudadores a la sanacion pueden ser sencillamente inoportunos....
    Recuerdo los dias en que darme vuelta en la cama del hospital era objeto de un operativo de campaña, aunque debo reconocer que siempre tuve una mano, una cintura o unos brazos de mujer que me tomaban suavemente y me dejaban a un paso del cielo. Dolores? se olvidan rapido, ya que el Tramadol o la Morfina son verdaderos complices.
    Que mas? ah!! quien no haya dependido de un pato para salvar la dignidad no sabe lo que es la vida...
    Doloridos abrazos para ti. Ya pasaremos Agosto.

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  3. Sencillamente genial este relato desde la otra mirada, desde la percepción de la "espectadora activa" que refleja, por lo demás, lo que es estar enamorada.
    Texto para reirse de buena gana y para pensar en la suerte del Karu, de haberse accidentado cuando sus días los caminaba ya con tan noble "enfermera". Saludos a ambos.

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