sábado, 24 de marzo de 2012

Urticaria para un final III


-      Don Karu, me escucha?
-      Aaaah?
-      Lo siento, pero esta noche usted se queda aquí, no existe posibilidad alguna que pueda manejar…

Un amigo mundialmente conocido como Puerto Montt, porque al igual que la recordada ciudad, todos los días amanece feo, era experto en preparaciones de vituperios para la recuperación de la caña, es de esos amigos extraños, del desayuno de campeones después de un carrete, si considera que tomar una piscola a las 10:00 de la mañana después de una tomatera es de campeones, dentro de sus preparaciones estaba el consabido “Jacques Cousteau”, q en su caso, al entender poco y nada lo que habla, sería un “Yakustú”, científicamente comprobada, esta mezcla de jurel tipo salmón con cebolla remojada en agua, limón y tabasco logra una efectiva recuperación de los males de la caña.
No entendía porque no aparecía Costeau en el Calipso, como tampoco como es que yo estaba navegando cerca de un volcán, lo cierto es que ese aire denso y húmedo, esa sensación de que todo a tu alrededor arde y que en cualquier minuto verás a los cuatro jinetes del apocalipsis surcando el cielo era insoportable, nubes de algodón, cigarrillos a medio terminar, un horizonte saturado de smog, todo daba vueltas, hasta que claro, desperté.
Lleno de ronchas, ardor y picazón, ya a esta altura el plan de contingencia estaba absolutamente asimilado, así, en un horario más temprano que el habitual surqué la gran Alameda raudo a la misma clínica de las madrugadas anteriores.
Pero que grandes diferencias se ven a esas horas, me creerán que la sala de espera estaba llena de usuarios, perdón, error de concepto, llena de clientes; había espera de una hora para ser atendido en urgencias, cachai, listas de espera para urgencias ¿Tan enfermizos somos los chilenos? Si a lo de urgencias le sumas que cada dos esquinas hay una farmacia hasta podrías pensar que la raza es la fallada, por supuesto jamás se debe pensar que nuestros queridos empresarios transformaron a la salud en un gran negocio; pero volvamos a la sala de espera de urgencias con una gran variedad de gente, siempre marcando la pauta los acomodados, más que los aspiracionales. Ahí estaba yo, mareado, lleno de ronchas, con ardores varios viendo como seguían llegando magullados, cabros chicos con fiebre, hasta que llegan dos personas intoxicadas y desmayadas, gran batahola, ingresan inmediatamente y me van a creer que quien tenía la mayor cara de representante de los acomodados alza la voz  desde su silla de ruedas (el pobre se había esguinzado el tobillo derecho) para reclamar como podía ser que en una clínica “decente” no se respeten los números de atención, dentro de mi gravedad igual me reí para mis adentros, este sujeto llenaba tan bien el perfil de dignatario de este Gobierno que me pareció ver el aura de un par de ministros detrás de su pata levantada.
Pasada dos horas y el surgimiento de ronchas varias en diferentes partes de mi anatomía por fin me llaman, por suerte no era una enfermedad mortal, pero en fin, se debe creer en el buen ojo del guardia para ver si deja entrar antes o no a los enfermos a su atención de urgencia, llego casi arrastrándome al box número 9, esta vez enfermera, de esas que hablan todo en chiquitito, como si uno fuese una gran guagua o simplemente idiota.
-      Tiene dolorcito?
-      Aaaah pero si tiene ronchitas!
-      Le pica mucho el cuerpecito?
Sinceramente no sé como ese trato pueda aliviar siquiera un poco los dolores, ardores y otros malestares que tenía, es más, hasta podría traumatizar a algunas personas. En fin, esta vez apareció un doctor que al verlo me pareció que tenía un aire a un gran hurón, eso sí, nervioso el hombre, parecía que era su primer día en trabajo nuevo, le comento todo lo acontecido en noches anteriores y esta vez mis palabras tienen eco, señala miles de exámenes y prednisona a la vena.
Y cual saco de papas, me llevan en un ir y venir, sacan sangre, encefalogramas, radiografías (aún no sé porque), tomografías y una gran variedad de “fías” que aún no recuerdo, faltó que pidiera un Papanicolaou como pa completar el circuito oe.
Pasadas unas dos horas, cansado, mareado, con la droga ya circulando por mi cuerpo reaparece.

-      Don Karu ¿me escucha?
-      ¿Aaaah?
-      Lo siento, pero esta noche usted se queda aquí, no existe posibilidad alguna que pueda manejar, mañana a primera hora lo verá un especialista, intente dormir hasta que lo hospitalicemos.

Cierro mis ojos pensando que quizás mañana por fin sabré cual es la causa de esta rebelde urticaria que cada vez me hace tener sueños más estrambóticos.

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