Por : @marielardilla
Septiembre mes de la patria, dice la tradición. Apenas salimos de agosto
y ya las banderitas, guirnaldas y un sin número de artículos tricolores
empiezan a aparecer por doquier. La patria se tiñe de blanco, azul y rojo, se
dispara la venta de carne, longaniza y carbón y en cientos de colegios de todo
el país mini huasos y mini chinas se toman los actos cívicos.
¿Por qué?
¿Por qué nos baja este ataque de patriotismo que cae muchas veces en
chauvinismo justo en este mes? ¡Ah!, dirá usted, es por el 18 de septiembre,
día de nuestra independencia nacional. Pues bien, me permito dedicar las
siguientes líneas para plantearle, al menos, la duda respecto a eso del “mes de
la patria”
El 18 de septiembre de 1810 se llamó a un cabildo abierto en la ciudad
de Santiago de Chile que, aparte de ser fértil provincia señalada en la
región Antártica famosa, era una Capitanía General teniendo para la corona
española valor en cuanto a frontera imperial, pues le daba más gastos que
ingresos dada nuestra pobreza comparada con Lima o Santa Cruz. En fin, este
rincón del mundo donde habitaba una elite pequeña y bastante emparentada entre
sí, donde la obsesión por el orden era una máxima de fe, el patronato
funcionaba sin mayores problemas y los comerciantes tenían importantes cuotas
de poder también se vio afectado por la invasión napoleónica a España y la
“captura”, del rey Fernando VII por parte de Napoleón quien puso en su lugar a
su hermano José Bonaparte, el famoso “Pepe Botella”. No entraremos en detalles
respecto al cómodo cautiverio del Borbón español ni de las juntas españolas. Me
remitiré a 3 puntos, a saber;
Primero. Si analizamos el acta del Cabildo de Santiago claramente vemos que
se jura lealtad al rey, despreciando al usurpador (Bonaparte). No habla en
ningún punto de independencia soberana, república y menos nación. Es un
documento firmado ante los vecinos de la capital del reino donde se jura
fidelidad a Fernando VII. El objetivo era hacer una junta como la de Cádiz, por
ejemplo, reconociéndose súbditos del Rey y no de los españoles. Cito: “depositó
toda su autoridad en el pueblo para que acordase el Gobierno más digno de su
confianza y más a propósito a la observancia de las leyes y conservación de
estos dominios a su legítimo dueño y desgraciado monarca, el señor don Fernando
Séptimo”. Considerando que los vecinos de Santiago eran la elite criolla,
el concepto de pueblo excluye a la mayor parte de la población que, tal como
dijo Portales, siguió por largo tiempo viviendo bajo el peso de la
noche.
Segundo, el sentimiento de ruptura e independencia se manifiesta claramente con
la llegada de José Miguel Carrera en julio de 1811 y se agudiza con la
arremetida española tras la derrota patriota en Rancagua el 1 y 2 de octubre de
1814. Carrera llegó con bandera, escudo, ensayo constitucional y hasta con un
censo. por otro lado, el desastre de Rancagua trajo como consecuencia exilio,
juicios, cárcel, confiscación de bienes entre otras medidas las que
convencieron a los criollos realistas que Fernando VII había vuelto al trono de
no muy buen humor. La organización del Ejército Libertador allende los Andes y
los montoneros organizados por Manuel Rodríguez permitieron, entre muchos otros
factores que no analizaremos en esta ocasión, que el 12 de febrero de 1818 se
proclamara la independencia nacional. En la ciudad de Talca se firmó el
documento que, entre otras cosas adopta: “la resolución de separarse para
siempre de la Monarquía Española y proclamar su independencia a la faz del
mundo”
Ahora bien, si la Independencia se proclamó y firmó el 12 de febrero de
1818 tras el triunfo un año antes en Chacabuco y ad portas de la Batalla de
Maipú, ¿por qué celebramos el 18 de septiembre la independencia? Para responder
eso, volvemos a Diego Portales quien nos dará la respuesta.
Tercero y último. Portales fue quien realmente ejerció el
poder más allá de los presidentes José Tomás Ovalle y José Joaquín Prieto de
quienes fue ministro. En un decreto firmado el 8 de febrero de 1837 y en medio
de la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana, se establece que la
celebración del 12 de febrero quedará “reducida en adelante a una salva de
21 cañonazos en las plazas y pueblos donde hubiere artillería y repique general
de campanas a las 12 del día. En las casas públicas y de particulares se
enarbolarán banderas por todo el día y habrá iluminación durante toda la noche”.
Los motivos para suspender las fiestas patrias en febrero responden a tres
razones fundamentalmente. Uno, febrero es época de importantes faenas agrícolas
y, honrando a la patria en las chinganas y ramadas, los campos quedaban vacíos
por cerca de dos semanas; dos, coincidía generalmente con el inicio de la Cuaresma
lo que en una sociedad tradicionalmente católica merecía días y
días de recogimiento, y tres revestía gran gasto público debido a que
también se hacían celebraciones el 18 de septiembre, por lo que dos fiestas al
año era muy caro. Tal como lo dice Paulina Peralta en ¡Chile tiene
fiesta!: el origen del 18 de septiembre 1810-1837 (LOM 2007) a eso se
suma que la elite siente como propia a la Primera Junta de Gobierno, una elite
discriminadora, arribista y siútica que difícilmente reconocería mayor valor a
una batalla ganada por un huacho –O´Higgins- y un argentino
–San Martín.
El 18 de septiembre celebramos por decreto y bajo razones económicas,
elitistas y religiosas una independencia que no es tal. Si bien el acta
de emancipación del 12 de febrero de 1818 reconoce a la Primera Junta de
Gobierno como el primer paso de un proceso, dista mucho de la realidad que las
fuentes nos permiten reconstruir tildarla como “el día de la independencia”.
Baile cueca y tome chicha teniendo en mente que “ese 18” se le juró
fidelidad al rey, que en 1837 Portales nos cambió la fiesta de febrero a
septiembre y que Chile es mucho, pero mucho más que tradiciones impuestas por
decreto.